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Especial Alimentación Infantil y la Actividad Física

28/09/2021

EVA PARIS 

Seguimos en nuestro Especial Alimentación Infantil con un tema que adquiere importancia en los últimos tiempos con el aumento de la obesidad infantil en el mundo. Y es que la alimentación y la actividad física se han de combinar para un desarrollo saludable.

Podemos comer de forma sana, pero si no realizamos actividad física estamos abocados a tener problemas de salud. Lo mismo sucede si la relación es a la inversa, cuando realizamos actividad física pero comemos mal. El peor caso (que suele ser el más frecuente) es cuando no comemos del todo bien ni nos movemos lo suficiente.

Si el aporte energético de los alimentos excede la cantidad recomendada, y no se realiza actividad física adecuada para eliminar y compensarlo, el organismo va acumulando ese exceso que se traduce en sobrepeso y otros problemas de salud. Por contra, el ejercicio físico continuado, acompañado de una dieta equilibrada, va a contribuir a la regulación del peso corporal.

Los estudios científicos demuestran que en los casos de exceso de peso no solo hay un bajo consumo de lácteos, verduras y frutas (junto a un elevado consumo de alimentos de alta densidad energética y bebidas con azúcar), sino que un alto porcentaje de niños no realiza actividad física fuera del colegio.

La escasa actividad física está asociada a un elevado número de horas frente al televisor, ordenador, videojuegos o en otras actividades sedentarias que los hábitos de vida actuales parecen propiciar. La Organización Mundial de la Salud estima que los estilos de vida sedentarios son una de las diez causas fundamentales de mortalidad y discapacidad en el mundo.

Los beneficios para la salud de un estilo de vida físicamente activo son variados: se ha comprobado una asociación inversa entre actividad física y riesgo cardiovascular, entre actividad física y obesidad, entre actividad física y riesgo de diabetes, riesgo de osteoporosis y fracturas o entre actividad física y riesgo de cáncer.

Pero todo ello tiene implicaciones no solo físicas, por los riesgos de salud que conlleva, sino también emocionales, ya que los niños que tienen sobrepeso suelen tener una baja autoestima, mayores niveles de ansiedad y depresión. A su vez, la práctica de juegos y deportes favorece no solo la salud y el control de peso, sino también bienestar psíquico y social. En definitiva, también se ha encontrado una asociación inversa entre los niveles de actividad física y la prevalencia de trastornos mentales.

En definitiva, el ejercicio físico es necesario en los niños porque contribuye a los procesos de desarrollo y maduración de su potencial genético. La actividad deportiva entendida como juego o actividad lúdica que implique movimiento, mejora significativamente las funciones cardiovasculares y contribuye a una adecuada maduración de sus habilidades psicomotrices y del sistema músculo-esquelético.

Facilitar que los niños realicen ejercicio

 

Vista la relación importante entre nutrición, actividad física y salud, es importante facilitar cada una de las partes y que las familias sean conscientes de dicha relación. Hábitos de alimentación saludables combinados con la práctica de ejercicio mantendrán el organismo sano, y nosotros hemos de animar a nuestros hijos a moverse, a jugar, a hacer deporte, caminar...

La Organización Mundial de la Salud recomienda que los niños y adolescentes realicen al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada o vigorosa, que puede ser deporte, pero también juego activo.

Los niños más pequeños están en la mejor época para establecer unos hábitos saludables, por lo que animarles y acompañarles en su actividad física diaria es nuestra responsabilidad. La mejor manera de hacerlo: divertirse jugando, bailando, paseando a buen ritmo o practicando algún deporte… Hay mil maneras de moverse y estar más sanos.

Pero no solo los padres somos responsables de este punto, las autoridades y organismos que nos rodean deberían ser conscientes de la importancia de una correcta educación nutricional y de un entorno que propicie la actividad física, y no solo en la escuela.

Los entornos favorables y el apoyo de la comunidad pueden contribuir a aumentar la actividad física, mediante políticas urbanas y medioambientales adecuadas. Por ejemplo, cuidar la accesibilidad y seguridad de la movilidad a pie, en bicicleta y con otras formas de transporte activo, crear espacios seguros para que los niños puedan realizar actividades físicas y deportivas en su tiempo libre, en las escuelas u otros ámbitos.

En definitiva, la realización de actividad física junto a una adecuada alimentación es una de las claves para prevenir la obesidad infantil. La combinación de ambos factores hará que nuestros hijos crezcan sanos y felices. Y, recordad, los hábitos saludables deben mantenerse en todos los momentos de la vida, en la infancia y también en la edad adulta.

 


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