Escuela para Padres

La Familia del Siglo XXI

La Familia del Siglo XXI

A pesar que se le atribuye una  permanente crisis a la familia, esta sigue siendo el núcleo fuerte, y bien consolidado para abordar el trabajo que le corresponde: la crianza, educación y formación de los hijos.

Actualmente la familia se encuentra con comportamientos sociales de riesgo que hace varias generaciones no se presentaban con la intensidad de ahora: violencia, intolerancia, falta de valores, consumismo, drogas, sentido hedonista de la vida, atribuidos frecuentemente a los jóvenes y adolescentes que hace que los padres se sientan poco o insuficientemente preparados para abordarlos.

El siglo pasado se caracterizó por sus  revoluciones científicas y tecnológicas produciendo cambios a una velocidad vertiginosa. Surgieron nuevas formas de convivencia, de diversión, modelos innovadores de socialización y revolucionarios medios de comunicación.

Los cambios siguen su curso imparable.  El mundo moderno actual es un lugar que ofrece muchas ventajas y también muchos retos.  Uno de ellos, el de cómo abordar la función de padres en esta sociedad tan compleja y cambiante.
El trabajo de padres es, sin ninguna duda, el más hermoso, generoso y gratificante, pero al mismo tiempo, el más complejo y sufrido de cuántos haya. Y los padres lo tienen que afrontar con la preparación que disponen y han aprendido.

Queremos compartir con ustedes, el siguiente texto, invitándolos a la reflexión, luego de la lectura:

LA NUEVA GENERACION DE PADRES DE FAMILIA

Somos de las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores. Y, en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, ahora somos los más dedicados y comprensivos, pero a la vez, los más débiles e inseguros que ha dado la historia.

Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más "igualados", beligerantes y poderosos que nunca existieron.
Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos.

Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos.

Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no nos respeten.

En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal.

En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres.

Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten.

Y son los hijos, quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que, además, les patrocinen lo que necesitan para tal fin.

Como quien dice, los roles se invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado. Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus hijos y parecerles "muy cool" a ellos.

Se ha dicho que los extremos se tocan, y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos.

Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van.

Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga.
Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos, y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.

Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino.


Colegio José Manuel Estrada
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